+ "CEREBRO LLUVIOSO, CEREBRO SOLEADO"

En su libro ‘Cerebro lluvioso, cerebro soleado: cómo entrenar a tu cerebro para superar el pesimismo y alcanzar un resultado más positivo ("Rainy Brain, Sunny Brain: How to Retrain Your Brain to Overcome Pessimism and Achieve a More Positive Outlook), la psicóloga Elaine Fox, profesora de Psicología Cognitiva en la Universidad de Essex, aborda el tema de cómo podemos modificar nuestro cerebro a partir de cambiar nuestras cogniciones (nuestra forma de reconocer, interpretar y aprender del mundo).


En su libro expone diferentes técnicas que "nos muestran que la mente del pesimista está atraída imperceptiblemente hacia lo negativo mientras que lo positivo es un imán para el optimista.
Estas diferencias se deben a patrones específicos de actividad dentro del cerebro. Se trata de conjuntos de fibras nerviosas que conectan las dos caras de nuestra mente emocional; nuestro cerebro “pensante” con regiones antiguas que controlan nuestro primitivo cerebro “que siente”.
La parte del cerebro “lluvioso” destaca lo negativo, mientras que nuestro cerebro “soleado” nos lleva hacia lo positivo. Por supuesto, ambos elementos son esenciales para una vida saludable y exitosa, y son los pesos y contrapesos en estos dos sistemas lo que al final te hacen a ti tú y a mí yo. En resumen, es nuestra mente emocional la que le da significado a nuestras vidas, poniéndonos de acuerdo en lo que realmente importa.
En la raíz de lo que cautiva nuestra mente emocional están dos conceptos polares opuestos: miedo y placer.
Estos motivadores biológicos ponen en marcha nuestros circuitos del cerebro lluvioso y soleado, que, a su vez, sustentan nuestras mentalidades pesimistas y optimistas. Estos sistemas del cerebro infunden nuestra mente con significado; nos hacen conscientes de lo que puede dañarnos; nos alertan sobre lo que podría salir mal; nos dirigen a lo que es bueno para nosotros y resaltan las alegrías y placeres de vivir". (....)

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El optimismo es un arte que se puede aprender

La investigación científica está repleta de estudios que muestran que experimentar emociones positivas lleva a estados mentales y comportamiento que de forma indirecta preparan al individuo para enfrentar con éxito las adversidades. Se sabe, por ejemplo, que los optimistas viven hasta 10 años más y que basta un minuto de pensamientos negativos para que se altere hasta por seis horas la capacidad inmunológica del ser humano.
El asunto es que no escogemos ser optimistas o pesimistas. Ni siquiera tener vida más o menos placentera incide en que veamos el vaso medio lleno o medio vacío. Cada ser humano nace con un sello biológico que la sicología llama temperamento, el que -a diferencia de la personalidad- es inalterable. Y tener una mirada más o menos positiva frente a la vida es parte de ese temperamento.
Esto es lo que analiza la académica de la Universidad de Essex y especialista en Sicología Cognitiva, Elaine Fox, en su libro Cerebro lluvioso, cerebro soleado. En el texto describe cómo el optimista tiene un cableado neuronal distinto al del pesimista. Algo con lo que se nace y que las experiencias de vida no hacen más que reforzar esa condición.
Muy parecido a lo que alguna vez escribió el filósofo británico Bertrand Rusell: “Un optimista es un imbécil simpático y un pesimista, un imbécil antipático, porque ninguno sabe realmente lo que va a pasar”.
Si usted es uno de esos antipáticos, no se desanime. Es cierto que Fox desestima de plano que el “pensamiento positivo” pueda tener algún efecto real, pero sí plantea que existen algunas técnicas que pueden ayudar a los pesimistas a controlar su derrotismo, al modificar las conexiones nerviosas en su cerebro. (...)
El cerebro optimista
Existe una estructura en el cerebro esencial para entender las diferencias de las que habla Fox: el núcleo accumbens. Se trata de una pequeña pieza que forma parte de lo que se conoce como el cuerpo estriado ventral, clave en la interpretación y la búsqueda del placer. En esta área, además, es donde se produce la liberación de dopamina y opiáceos, que actúan en el sistema de recompensa. Y en los optimistas, es una zona particularmente poderosa. En ellos, también, las conexiones neuronales que unen esta área con la corteza prefrontal (encargada de la planificación, el razonamiento y la resolución de problemas) son mucho más fuertes.
Fox sugiere que esta puede ser una de las razones de la distinta forma de mirar el mundo de los optimistas, su “marca de fábrica”. No solo sienten una sensación de bienestar de base, también tienden frecuentemente a buscar placer y experiencias nuevas que se los proporcionen. Y en este intento es cuando encuentran soluciones, algo que -de paso- les otorga la certeza de que tienen el control de sus vidas. De que “si quieren, pueden”.
Por el contrario, los pesimistas, con conexiones neuronales más débiles entre el núcleo accumbens y la corteza prefrontal, son menos propensos a buscar nuevas experiencias y tienden a creer que las cosas malas les ocurren sin que ellos puedan controlarlas.
De hecho, algunos estudios con población general muestran una clara tendencia de las personas optimistas a sobreestimar el grado de control que tienen sobre las situaciones, mientras que los pesimistas estimarían de forma muy precisa su grado de control real. Una “ilusión de control” que contribuye, según la psicología positiva, a explicar por qué unas personas no se deprimen y otras sí.
El cerebro pesimista
Uno de los mayores hallazgos de Fox es que las personas con una visión más oscura de la realidad no son, en el fondo, más negativas, sino que simplemente tienen un cerebro que sobrerreacciona frente al miedo, lo que los hace más temerosos del entorno y, por tanto, más desconfiados de que las cosas buenas les ocurran.
En esto, la gran responsable es esa pequeña estructura cerebral encargada de procesar las amenazas, llamada amígdala. Es precisamente esta, parte del sistema más ancestral de nuestro cerebro, la que tiene una mayor activación entre las personas pesimistas.
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Prof. Elaine Fox: 'Rainy Brain, Sunny Brain' from The Lost Lectures on Vimeo.

Elaine Fox es un profesor de la psicología cognitiva y una voz líder en el estudio de optimismo :)) En este breve charla que discute cómo nuestros sistemas de miedo y sistemas de recompensa conectan con los centros superiores para dar forma a la forma positiva (o negativa) que percibimos la vida.
Ella usa la analogía de un río forjar un valle para describir cómo es que terminamos pensando de una manera determinada, y discute las maneras que podemos "cambiar" la forma en que pensamos el uso de algunos métodos bien establecidos

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